A cien años del nacimiento de uno de los poetas latinoamericanos más destacados y quizá menos leídos, exhortamos desde 180 Grados, con esta breve reseña, la lectura de su obra que va desde la poesía al ensayo, géneros en los que obtuvo importantes distinciones como el Premio Octavio Paz, el Cervantes y Reina Sofía de España.
Hugo Mauricio Fernández
180 Grados/Desde otro ángulo
Atrincherado en la palabra, el chileno Gonzalo Rojas supo arder y olfatear el abismo. Su poesía, una afirmación desesperada de la vida, cumple de manera contundente el precepto de ser verdad contra el olvido. Su beligerante actitud denunciatoria, le permitió no sólo parir textos sinceros, contundentes y hermosos que transitan por los territorios de lo cívico y lo contingente, sino que están ligados a las expresiones políticas y sociales de su época.
Poesía política y social
Toda poesía es social en la medida en que sus instrumentos son sociales, en la medida en que supone prácticas que son sociales, en la medida en que el mundo moral e intelectual de cualquier texto poético remite a relaciones y experiencias sociales. Chile ha sido particularmente prolífico en la producción de creadores cuya obra expresa abiertamente una ideología. La poesía política en Chile alcanzó su mayor esplendor en el transcurso del siglo XX, alimentada por el temprano desarrollo de las ideas socialistas y anarquistas, e impulsada por acontecimientos mundiales: la Guerra Civil Española y la Revolución Cubana.
La producción poética de autores como Pablo Neruda y Pablo de Rokha, cargadas ambas de una honda vinculación con sus propias opciones políticas e ideológicas, resulta incomprensible en su totalidad sino se toma en cuenta el rol de la poesía como portadora y propagadora de ideas de justicia social, humanismo y solidaridad entre los hombres -como también sucede en Gabriela Mistral-, o como afilada arma de combate para fustigar al enemigo.
El compromiso con lo humano
Fruto de una relación conflictiva, a la poesía política se le acusa reiteradamente de sacrificar la calidad en función de su efectividad propagandística -como sucede con Incitación al nixonicidio y Alabanza de la revolución chilena, de Neruda-. Sin embargo, en ocasiones esta poesía que transita por la "cuerda de lo cívico", como señala Gonzalo Rojas, entrega el testimonio de uno de los más hermosos compromisos del poeta: el compromiso con lo humano y con su suerte, el compromiso que lo hace uno más entre los hombres.
*
Tres Poemas de Gonzalo Rojas:
Contra la muerte
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, por no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.
*
El Helicóptero
Ahí anda de nuevo el helicóptero dándole vueltas y vueltas a la casa,
horas y horas, no para nunca el asedio, ahí anda
todavía entre las nubes el moscardón con esa orden
de lo alto gira que gira olfateándonos hasta la muerte.
Lo indaga todo desde arriba, lo escruta todo hasta el polvo con sus antenas
minuciosas, apunta el nombre de cada uno, el instante
que entramos a la habitación, los pasos
en lo más oscuro del pensamiento, tira la red,
la recoge con los pescados aleteantes, nos paraliza.
Máquina carnicera cuyos élitros nos persiguen hasta después
que caemos, máquina sucia,
madre de los cuervos delatores, no hay abismo
comparable a esta patria hueca, a este asco
de cielo con este cóndor venenoso, a este asco de aire
apestado por el zumbido del miedo, a este asco
de vivir así en la trampa
de este tableteo de lata, entre lo turbio
del ruido y lo viscoso.
*
Desde Abajo
Entonces nos colgaron de los pies, nos sacaron
la sangre por los ojos, con un cuchillo
nos fueron marcando en el lomo, yo soy el número
25.033, nos pidieron dulcemente, casi al oído,
que gritáramos viva no sé quién.
Lo demás son estas piedras que nos tapan, el viento.